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La vivienda

La vivienda como dispositivo de jerarquía social

ETAPAS DE LA VIVIENDA

Según Joaquín Weiss se puede caracterizar los cambios en la vivienda en tres etapas:

Periodo primitivo siglo XVI (vieja habana).

Periodo formativo siglo XVII (vieja habana)

Periodo barroco siglo XVIII (nueva habana)

La vivienda en la Habana colonial de los siglos XVI y XVII estuvo marcada por la diversidad de formas constructivas, el uso de materiales locales y una clara diferenciación según el estatus socioeconómico de sus habitantes. Lejos de una uniformidad, el paisaje doméstico reflejaba la heterogeneidad social de la naciente ciudad caribeña.

PERIODO PRIMITIVO SIGLO XVI 

El Bohío

Al comienzo, el asentamiento urbano estaba presidido por bohíos y viviendas de guano, madera y mampostería, ubicadas libremente sobre el territorio.

El bohío nunca es una unidad en sí misma, sino que forma parte de un grupo de construcciones. Las relaciones entre las mismas esclarecen, por resonancia, los modos iniciales de los asentamientos urbanos.

Las viviendas eran el centro de una especie de mundo rural, compuesto por edificios diversos, y donde se criaban animales y se cultivaban plantas para el autoconsumo de la familia.

Son construcciones funcionales realizadas con recursos técnicos y humanos precarios. Como señala Alicia García Santana: “los bohíos son estructuras simples, configuradas a partir de una o dos crujías paralelas, a las que se les añaden o no otras en sentido perpendicular y pueden tener o no portales, con lo cual se originan diferentes soluciones planimétricas” (García Santana, 2011, p. 21).

La autora también explica que “estas casas de madera y guano fueron predominantes en los primeros estadios de desarrollo de todas las poblaciones de la Isla y, en las más importantes, coexistieron por mucho tiempo con las fabricadas con materiales nobles” (García Santana, 2011, p. 20).

En otro fragmento significativo, se afirma que el bohío ya no estaba restringido a su primera acepción de vivienda pajiza indígena, sino que pasó a designar también viviendas de negros, e incluso se lo aplicó a conjuntos más amplios: “muchos documentos expresan que las dotaciones vivían en rancherías configuradas por determinado número de bohíos, e inclusive se habla de barracones integrados por bohíos” (García Santana, 2011, p. 21)

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PERIODO FORMATIVO SIGLO XVII 

En el periodo formativo, “ las viviendas de mampostería quedan condicionadas por una estructura vial ordenada a partir del sistema defensivo que impone un límite y una regularidad al casco urbano.” (Transformación Urbana en Cuba, 1974, p. 19

Por su parte, las élites habitaban casas de mayor complejidad espacial. “Los grupos de poder generalmente vivieron en casas de patio, de uno o dos niveles” (Oliva, 2014, p. 236).

Estas familias de la clase dominante tienden a concentrarse en las cercanías a los espacios públicos. el núcleo familiar se incrementa numéricamente con la aparición de la servidumbre Estas viviendas ofrecían una organización jerárquica de espacios, con zaguán, sala, aposentos, patio central y áreas de servicio al fondo del solar. Esta disposición permitía separar las funciones sociales, domésticas y de servidumbre, reforzando el orden colonial en su versión más cotidiana. El patio interior primer elemento de ruptura de la compacidad volumétrica que define la vivienda

Casa de gaspar riberos de Vasconcelos

La localización de esta casa próxima a las plazas de Armas, Nueva, de San Francisco, y de la Ciénaga luego de la Catedral, le dan una privilegiada situación en el área de fundación de la villa, quedando en el perímetro defensivo para la primitiva empalizada de madera construida en 1586 dentro de la proyectada muralla pétrea diseñada por el ingeniero militar italiano Cristóbal de Roda en 1603, por lo que los solares que conforman esta manzana fueron indiscutiblemente de los primeros repartidos por el Cabildo.

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La casa de los riberos de Vasconcelos es un excelente exponente de la manera en que este tipo de vivienda fuera asimilado en La habana del siglo XVII. Cuenta con dos plantas, tienda de esquina con entresuelo y está dispuesta alrededor de un patio rectangular con galerías en ambos pisos, sostenidas por horcones de madera con zapatas, una hilera de habitaciones accesorias ocupa el martillo lateral por el costado de la calle San Ignacio. La tienda esquinera esta ligeramente más elevada que el resto del edificio, a modo de torre.

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Según Alicia García: “Uno de sus principales elementos distintivos, en comparación con sus ancestros y homólogos españoles, es la tienda esquinera. Ciudad mercantil por excelencia al transformarse su puerto en el resguardo de la Flota de Indias, La Habana se sostuvo en dos actividades económicas básicas” (Alicia García, 2012, p. 84).

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el comercio y el alojamiento de los pasajeros de la Flota. Ambas marcaron su arquitectura de un modo peculiar. En los bajos se comenzaron a disponer habitaciones accesorias para el alquiler, y en las esquinas, y aun en la medianía de las cuadras, espacios destinados a la venta de mercancías, tabernas, bodegas y otros fines similares. Hay alusiones a casas-tiendas desde los albores del siglo XVI. Pero la más completa referencia documental sobre una casa de este tipo data de 1579, por lo que puede afirmarse que esta estructura característica de la arquitectura doméstica de filiación hispánica en Hispanoamérica aparece desde muy temprano momento. Y dado el carácter intercontinental de la rada habanera, no es desdeñable la hipótesis de que en La Habana se construyeron las primeras tiendas-esquineras de América.

Por tanto, más que una tipología fija, la vivienda colonial habanera de esta etapa fue un abanico de soluciones espaciales y constructivas. Como señala Oliva: “se desarrollaron variadas tipologías constructivas. Se construyeron desde casas de patios, característicos de parcelas compactas, hasta huertas con una o varias edificaciones” (Oliva, 2014, p. 174).

En síntesis, el espacio doméstico en la vieja Habana no fue solo un ámbito privado, sino un reflejo del orden social, económico y cultural que estructuró la ciudad desde sus cimientos.

PERIODO BARROCO SIGLO XVIII 

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El crecimiento económico y demográfico de La Habana durante el siglo XVIII implicó un cambio significativo en la arquitectura doméstica. Este proceso no solo aumentó la cantidad de viviendas, sino que también transformó su tipología, escala y ornamento. Las nuevas casas reflejaban el ascenso de una oligarquía local y la consolidación de nuevas funciones residenciales y comerciales.

Rosalía Oliva describe esta transformación: “El crecimiento económico trajo aparejada la creación de una oligarquía local. Estos grupos sociales en ascenso van a construir, o transformar lo ya hecho, para demostrar un cierto prestigio dentro de la sociedad” (Oliva, 2014, p. 424).

Casa de la Obrapia

La toma de la Habana por los ingleses despertó a nuestra capital introduciendo, como escribiera Arango y Parreño, «una verdadera época de renovación». La Habana aprovechó esta resurrección económica para embellecerse, comenzando nuestras principales familias a construir sus casas con mayor lujo. Quiso también el Marqués de Monte Hermoso embellecer su casa y es a nuestro juicio de esa época su bella y monumental portada del más puro estilo barroco

“La casa de la Obrapía es el palacio urbano barroco más sobresaliente de La Habana Vieja. Sus extraordinarios destaques arquitectónicos fueron obra de un relevante artífice, y están a la altura de los que ostentan las magníficas edificaciones religiosas y civiles del último tercio del siglo XVIII, familia a la que pertenece esta hermosa mansión.” (Alicia García, 2012, p. 174).

La imposibilidad de extender la ciudad hacia afuera del recinto amurallado llevó a una verticalización. “Incapaz de extenderse o modificar su trazado la ciudad interior terminó modificando su altura y elevándose para dejar las plantas o pisos bajos habilitados para las necesidades comerciales del puerto” (Oliva, 2014, p. 424).

​Uno de los tipos característicos surgidos en este período es la casa almacén, que integraba espacio residencial y comercial. Según Oliva, “se creará un nuevo tipo de vivienda: la casa almacén, con entresuelos” (Olivia, 2014, p. 424). Esta tipología respondía a la nueva función portuaria de la ciudad, concentrando los servicios en las plantas bajas y las residencias en los pisos altos.

En términos arquitectónicos, estas casas presentan una organización más compleja. Como señala Weiss, “en la planta alta es notable la galería que da acceso a las habitaciones y continúa hasta el traspatio, la cual, con sus cuatro metros de ancho y cuarenta y cuatro de largo, es probablemente la más extensa de sus congéneres coloniales” (Weiss, 1949, p. 101).

A su vez, los recursos ornamentales y estructurales se enriquecen. “El arco mixtilíneo del zaguán de Obrapía, uno de los mayores y más complejos de su clase […] enlaza la puerta de este zaguán con la ventana superior y su balcón, coronado por el escudo nobiliario de los Castellón” (Weiss, 1949, p. 101).

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Otro de los ejemplos más significativos de este momento es el Palacio del Segundo Cabo, edificado en la segunda mitad del siglo XVIII. Esta obra se enmarca en la monumentalización del entorno de la Plaza de Armas. “Ambas construcciones definen el carácter monumental de la Plaza de Armas, exteriorizando el cambio de escala de la dominación colonial en Cuba” (Transformación Urbana en Cuba, 1974, p. 20).

El Palacio, junto con el de los Capitanes Generales, estableció un nuevo modelo de arquitectura residencial y administrativa, combinando elementos barrocos adaptados al clima caribeño: patios interiores, zaguán amplio, fachada de piedra, balcones corridos y escudos nobiliarios.

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En suma, la vivienda en la Nueva Habana barroca no solo cambió en su dimensión física y técnica, sino también en su rol simbólico. Expresaba la jerarquía social, las funciones económicas emergentes y el nuevo horizonte cultural traído por las reformas borbónicas y el pensamiento ilustrado.

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