El ornamento y el detalle
De la sobriedad colonial a la exuberancia barroca
ETAPAS DEL ORNAMENTO
A pesar de la sobriedad general de la ciudad colonial en sus etapas tempranas, en los interiores domésticos se fue desarrollando una cultura material rica en significados simbólicos.
PERIODO PRIMITIVO SIGLO XVI
Casa refugio o bohíos
Son construcciones funcionales realizadas con recursos técnicos y humanos precarios “cuyo objetivo esencial consiste en la protección física, defensiva y ecológica.” (Transformación Urbana en Cuba, 1974, p. 19.
La diferenciación social se materializaba directamente en la vivienda. “Las viviendas de los esclavos dejaron de ser ‘varas en tierra’ y fueron también de madera, embarrado y aun mampostería, con lo que el término bohío modificó su contenido semántico” (García Santana, 2011, p. 21).
También podemos entender esta diferenciación social con lo que nos dice Olivia. “las variantes constructivas estaban estrechamente relacionadas al estatus social de las familias que la habitaron. […] Los negros libres y criollos moraron en bohíos, casa de embarrado, casas de madera con cubierta de guano y otras construcciones humildes” (Oliva, 2014, p. 236).



PERIODO FORMATIVO SIGLO XVII
Casa de gaspar riberos de Vasconcelos
En cuanto a los materiales y la ambientación, Oliva señala: “los muros eran pintados con cal blanca y de colores que, junto al tostado de los elementos madereros y al rojo de los tejados, daban una hermosa imagen. En el interior de las viviendas fue generalizado el uso del blanco para dar más luz y limpieza a la casa” (Oliva, 2014, p. 417). Esta estética no era sólo decorativa, sino también funcional en relación con el clima y la higiene.
Las fachadas, aunque sobrias en el siglo XVI, comenzaron a incorporar más vanos hacia el exterior a partir del siglo XVII. Como explica Oliva, “al igual que las galerías, los balcones eran para que la familia y las visitas se sentaran a disfrutar de la brisa. En su mayoría eran de madera, con un tejadillo que permitía abrir las puertas de par en par sin perder la intimidad de las habitaciones” (Oliva, 2014, p. 417). El balcón se volvió un elemento simbólico de distinción y jerarquía en la fachada.
Las cubiertas eran particularmente importantes como elementos estructurales y protectores. En palabras de Oliva, “en una primera etapa fueron frecuentes las cubiertas de paja y terrado” (Oliva, 2014, p. 175), reflejando una construcción más rudimentaria y ligada al contexto climático local.
En el interior de las viviendas, la decoración expresaba el lugar social de los propietarios. Oliva detalla que “el mueble más importante en los dormitorios no podía ser otro que la cama, que podía ser de granadillo, cedro o caoba, estas últimas frecuentes en las personas pertenecientes a los grupos de alto poder económico” (Oliva, 2014, p. 251). El uso de maderas nobles no era solo una elección técnica, sino una manifestación del prestigio familiar.
La sala o recibidor era el espacio con mayor nivel de ornamento. “La sala tenía el mejor alfarje, puertas, ventanas y piso, e inclusive el mobiliario de mayor calidad” (Oliva, 2014, p. 251). Era allí donde se desarrollaban tertulias, visitas formales y actividades sociales que requerían un ambiente decorado con atención.
Las diferencias entre taburetes, sillas de brazos, cómodas o arcones no eran neutras: hablaban del género, el poder, y la estructura jerárquica del hogar.
Por tanto, el ornamento en la vivienda habanera colonial temprana no puede entenderse como mero adorno. Era el lenguaje visible de la distinción social, la expresión material de una forma de habitar que iba más allá de lo funcional para situarse en lo simbólico.




PERIODO BARROCO SIGLO XVIII
Casa de la Obrapia
Durante el siglo XVIII, el ornamento arquitectónico en la vivienda habanera pasó a ocupar un lugar protagónico en la expresión de la jerarquía social y los valores estéticos del barroco caribeño. A medida que se consolidaba la elite criolla y la ciudad crecía en importancia, los detalles constructivos y decorativos se hicieron más complejos, visibles y simbólicos.
Un cambio notable se dio en la fachada: “Las fachadas han sufrido grandes transformaciones. A pesar de ello, en los ejemplos que aún se conservan en el centro histórico de La Habana se pueden apreciar sus formas rectangulares, con proporciones achatadas, características del período que se trata. Eventualmente las portadas fueron tratadas con una guarnición formada por pilastras sencillas adosadas a los lados, que sostenían un entablamento más o menos simplificado” (Oliva, 2014, p. 417).
La portada de la Obrapía se corresponde con la transformación experimentada por la vivienda en el último tercio del siglo XVIII y fue labrada con la piedra de cantería típica de las construcciones habaneras coloniales.
Uno de los elementos más representativos del ornamento barroco fue el balcón, que expresaba jerarquía desde el plano simbólico: “El balcón era la parte de la casa más representativo de la interrelación de lo público y lo privado. Expresaba simbólicamente el rango social de quien miraba desde los altos a los transeúntes, con gesto de predominio” (Oliva, 2014, p. 418).
También se incorporaron portales en viviendas ubicadas frente a plazas, lo que fusionaba función urbana y ornamento. Como afirma Weiss: “Presumimos que los portales, durante la mayor parte del siglo XVII, debieron de ser construcción leñosa, compuestos de postes y techos de madera, al modo de las galerías y cobertizos de los patios, que sin duda suministraron el modelo” (Weiss, 1949, p. 89).
En los interiores, el alfarje, el mobiliario y los objetos decorativos se intensificaban deacuardo a la posición social de los habitantes. Los muebles no solo eran funcionales, sino también vehículos de representación simbólica. “Los muebles no han estado divorciados de la capacidad de actuar de las personas, por lo que transmiten las relaciones sociales que se establecen a partir de sus usos” (Oliva, 2014, p. 251).
una crujía intermedia entre patio y traspatio y edificaciones en la azotea, a modo de ático las que dan hacia la calle y a manera de oficina las de la parte posterior. El arco lobulado del zaguán de la entrada por la calle de la Obrapía la guarnición del arranque de la escalera las de los vanos trilobulados que dan a la galería alta y las ménsulas de apoyo de los arcos de las galerías son de barroca composición y notable unidad estilística, concebidos por un mismo artífice. De igual manera, si se comparan los elementos de composición de la portada con los utilizados en los interiores.
Es marcada la similitud entre la composición y elementos constitutivos de la portada de la Obrapía y las utilizadas por Medina en sus obras, particularmente en la cornisa con que se rematan el primero y segundo cuerpos de la catedral de La Habana, los recuadramientos de los vanos del Palacio de los Capitanes Generales y el remate de la capilla de la fortaleza de La Cabaña, entre otras obras del destacado gaditano. Los mixtilíneos de un barroco final, los acodamientos, las volutas estriadas, las ménsulas en forma de copas, el quiebro arremolinado del entablamento con la correspondiente «peineta» son temas que Medina introdujo en La Habana del último tercio del siglo XVIII. Baste comparar el remate del piso inferior de la catedral habanera con el de la portada de la Obrapía para convencernos de que fueron trazados por la misma mano. También fue el arquitecto que generalizó el uso de los techos de azotea, en «losa por tabla», novedad aplicada en la casa de la Obrapía, con la salvedad de las construcciones levantadas sobre la azotea, cubiertas con techos de madera.
Finalmente, el uso de materiales locales, como maderas nobles (caoba, granadillo, cedro), contribuyó a una estética barroca adaptada al medio caribeño. “Por último, no hay que olvidar el gran consumo que se hizo de nuestras excelentes y entonces abundantes maderas, estructuralmente, en techos, galerías y balcones, y también en elementos secundarios, como puertas, rejas, ventanas” (Weiss, 1949, p. 94).
Así, el ornamento en la Nueva Habana no solo reflejaba una estética barroca importada, sino también una cultura material criolla en expansión, donde los detalles no eran meros adornos sino expresiones vivas del poder, el gusto y el nuevo modo de habitar.





